Hey!
Hay momentos en que la vida nos pone a prueba, o por lo menos así se siente. Viene un problema tras otro y cuando pensamos que ya pasamos la mala racha nos cae otro problema más... Ya que pasa la marea alta, viene la calma, y así mismo nos llega el momento de meditar y respirar más despacio, podemos ver claramente que tan mal estaban las cosas y que tanto nosotros las hicimos grandes.
Es verdad que las mujeres tendemos a preocuparnos no solamente por nuestros problemas si no por los de los demás, los del marido, hijos, familia, amigas y hasta del perro o gato... wow es desgastante. Creo que llevamos toda esa carga en la espalda. Y tan obvio es, que en algunas mujeres se nota inmediatamente, la postura del cuerpo es como si pudiéramos leer el alma.
Mujeres con hombros caídos, con mala postura, con espalda redondeada; es inevitable saber que llevan una carga, una tristeza; y así mismo las mujereres de postura extremandamente recta y tiesas, las cuales tienen una forma de bloquear sus sentimientos, no permiten bajar su guarda. Reflejamos tanto nuestra vida, no solamente en la postura, si no en la forma de hablar, de mirar y hasta de respirar.
A mi me llegó ese tiempo de sentirme con los hombros pesados y caídos. Yo que soy la primera en mostrar en las clases de Yoga como pararse y mantenerse recta; de pronto alguien me vió y me preguntó ¿qué tienes?... llevas mucho en la espalda... me quede sin hablar.
Pero también me llegó el momento de sentarme a meditar y pensar que tanto me hace falta, y la verdad el 90% de mis preocupaciones son hacia otras personas, y que más me gustaría que poder ayudarlas y resolverles la vida pero es imposible, cada uno tiene que vivir lo que le toca y aprender de ello.
Un día decidí llevar a mi hijo a una granja cerca de casa, lo llevé a recojer fresas, moras y frambuesas frescas. Es un lugar abierto al público, caminas por los sembradíos con una canastita para escojer tus verduras o frutas. Mi chico me dijo... - Mom, quédate sentadita porque estás cansada, yo las recojo y tú me ves. Y ahí me quedé, pensando que he sido tan estúpida de perderme algunos momentos maravillosos y simples de la vida por pasármela preocupada por tantas cosas.
El recogía las fresas, se comía una, ponía en la canasta otra; con una sonrisa de cómplices nos mirábamos. Estuvimos ahí un buen rato y fué la mejor meditación activa que he tenido en mi vida, solo me enfoque en mi hijo y sobretodo en su manera de disfrutar las fresas.
No hay que buscarle mucho a la vida, ella solita nos enseña tantas cosas, nos enfrenta con sus diferentes matices, siempre cambiantes pero llenos de sabiduría.
Regresamos a casa y días después encontré en mi caja maravillosa una receta de Pastel de Fresas; ésta si no recuerdo quién me la dió, pero me cayó como del cielo después de todo.
Aquí la comparto con ustedes ya que es realmente deliciosa, y espero que cuando la preparen recuerden que siempre hay momentos simples y bellos en los que uno se puede refugiar.
Los quiero,
Monica
Pastel de Fresas
6 cucharadas de mantequilla sin sal a temperatura ambiente
1 1/2 tazas (188 gramos) de harina
1 1/2 cucharaditas de polvo para hornear
1/2 cucharadita de sal
1 taza (200 gramos) + 2 cucharadas (25 gramos) de azúcar granulada
1 huevo
1/2 taza (118 ml) de leche
1 cucharadita de vainilla
450 gramos de fresas frescas, limpias y partidas por la mitad (pueden ser frambuesas o moras)
Precalentar el horno a 350F (175C). Engrasar y enharinar un molde redondo de 9".
-Cernir en un bowl, el harina, el polvo para hornear y la sal.
-En un contenedor redondo batir la mantequilla y 1 taza de azúcar hasta que tomen un color crema claro y la mantequilla doble su tamaño (espojada), batirla como por 3 min.
-Agregar el huevo, la leche y la vainilla hasta que todo quede bien mezclado.
-Añadir los ingredientes secos (el harina) gradualmente y batir hasta que tengamos una mezcla homogenea y tersa.
- Transferir la mezcla al molde preparado y acomodar las fresas por encima, procurando poner el lado cortado hacia abajo. Colocarlas cerca una de otra pero sin encimarlas. Espolvorar las fresas con las 2 cucharadas de azúcar restante.
-Hornear el pastel por 10 minutos y después reducir la temperatura del horno a 325F (165C), dejarlo por 45 a 50 min. más, hasta que tome un color dorado y hagámos la prueba con un palito de madera. Recuerden que las fresas soltarán sus jugos, así que piquen el pan por el centro para checar bien.
- Pueden servirlo con crema batida, o helado de vainilla cuando el pastel esté todavía calientito.
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